Ética ciudadana: El valor de la libertad

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Olvidamos que, aun cuando debemos defender con el máximo vigor cada una de las libertades obtenidas, el problema de que se trata no es solamente cuantitativo, sino también cualitativo; que no sólo debemos preservar y aumentar las libertades tradicionales, sino que, además, debemos lograr un nuevo tipo de libertad, capaz de permitirnos la realización plena de nuestro propio yo individual, de tener fe en él y en la vida.

Erich Fromm. El miedo a la libertad, p137

La ética ciudadana forma parte de la ética deontológica, que es el conjunto de normas o códigos que regulan los deberes no solo de los profesionales, sino que como principios también rigen a un grupo social determinado; sin embargo, cuando la ética ciudadana se sitúa en el plano filosófico y social, tenemos que hablar del respeto a los derechos humanos, deberes, de equidad y de valores como la libertad, honestidad y otros valores de buena conducta tanto en lo público como en lo privado.

El sujeto que se construye por la ética ciudadana va por el camino de la autorresponsabilidad, por el valor familiar y la convivencia social. Antes que todo, es un sujeto que ama la libertad y lucha por la defensa del bien común.

En la sociedad dominicana, la ética ciudadana ha sido precaria, dado la cultura política premoderna que ha predominado en la sociedad, en cuanto el moldeamiento de lo clientelar, el patrimonialismo y la corrupción que forman parte de nuestra historia desde el siglo XVII, cuando se comenzó a fraguar la nación dominicana.

El valor de la libertad cobra importancia en la ética ciudadana porque es parte fundamental de esa fibra de igualdad, de justicia que encarna el sujeto ético y que, como ciudadano pleno de una comunidad política, es un sujeto de derechos civiles, políticos, sociales y libertades, que como tal se reconoce y lucha por todos esos derechos, que lo define en el marco de la ciudadanía.

La ética ciudadana engloba a todos los miembros de una comunidad política, es decir tiene un valor para todos sus miembros, siempre y cuando la persona tenga un accionar donde exista el debate y el diálogo racional, donde el otro también existe y tiene derecho a reconocer a esos otros en los espacios públicos donde se moviliza dentro de las normativas democráticas.

Con relación a esta ética normativa (Deontológica), en la República Dominicana se tiene el 29 de abril, como el “Día Nacional de la Ética Ciudadana”, en reconocimiento a los valores éticos que encarnó Ulises Francisco Espaillat, en su mandato presidencial, que asumió en ese día del año 1876 y quien fuera un sujeto de formación liberal y de un accionar revolucionario en su trayectoria, de manera específica, en el movimiento nacionalista y revolucionario que logró restaurar su independencia de la anexión a España en 1861 y quien llegó a renunciar a la presidencia en menos de un año( abril a octubre 1876), por la vuelta y revuelta política y social que vivía la República Dominicana en esa época.

Luego de la renuncia de Espaillat como presidente, se intensificó la fragmentación social y la pugna política por el poder, el cual era visto como botín de guerra; en menos de tres meses de ese mismo año, se sucedieron cuatro gobiernos.

Como bien señala la historiadora Mukien Adriana Sang, en su texto Una Utopía inconclusa, Espaillat y liberalismo del siglo XIX (1997), las convicciones intelectuales (liberalismo y positivismo) moldeaban el carácter (ética de sujeto) en valores de Ulises Francisco Espaillat, quien se oponía al desorden, al caos y a la dictadura política. Su ética y su rectitud moral se envolvían en aires de libertad, no como teoría sino como ejercicio práctico: “Libertad para Espaillat, un tesoro preciado que debíamos defender y conservar (…). Su defensa de la libertad entrañaba una concepción del devenir histórico. ¨Para él, la historia había demostrado que los pueblos han sido libres, prósperos y felices, siempre que han pagado tributo a la virtud (…). No tenía temor de enarbolar la libertad como premisa básica para la construcción de un orden social justo” (pp185-186).

Hoy la lucha por la libertad ha de trascender el marco del simple ejercicio democrático (proceso electoral cada cuatro años) y situarla como expansión, no dejarla estacionaria en las campañas electorales. Cuando digo expandir la libertad me inscribo en el discurso de Amartya Sen, Premio Nobel de Economía 1998, el cual en el texto Desarrollo y Libertad (1999: 19-20) dice que «el desarrollo exige la eliminación de las principales fuentes de privación de libertad: la pobreza, la escasez de oportunidades económicas y las privaciones sociales sistemáticas, el abandono en que pueden encontrarse los servicios públicos. (…).

Mis reflexiones (Merejo, 2008) sobre la sociedad de la transformación digital, del ciberespacio y, de lo virtual devienen en filosóficas, por lo que parto de la libertad como la capacidad y posibilidad que tiene el ser humano para realizarse dignamente en una sociedad, en nuestro caso, la República Dominicana. Es por eso que la teoría sobre el desarrollo y la libertad de Amartya Sen no tiene desperdicio cuando precisa: «En otros casos, la privación de la libertad está estrechamente relacionada con la falta de servicios y atención social pública, como la ausencia de programas epidemiológicos o de sistemas organizados de asistencia sanitaria o de educación o de instituciones eficaces para el mantenimiento de la paz y el orden locales». (Ibíd).

En este sentido, el camino de la ética ciudadana en dominicana ha de fraguarse cada día por ese sentido de la libertad, que es parte de la lucha por el cambio de ver la libertad no como simple ejercicio de expresión pública y verla como expansión y participación social en democracia.

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